Por Helen Aguirre Ferré
Es cierto. El idiota izquierdista regresó y con fuerza, como lo señalaron Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner en su último libro, "El regreso del idiota.," donde los que llegan al poder dentro del marco democrático hacen todo lo posible para destruirlo.
A eso se le llama el socialismo del siglo XXI, como ahora se le llama a la ideología comunista que azota a Centro y Suramérica.
A la vez, algo importante y alentador ocurre: La derecha responde. Jóvenes y viejos, todos valientes, marchan en contra de convertir a Venezuela en un estado socialista al estilo de Cuba. Este "¡No!" tan contundente se escucha no sólo en las calles de Caracas, sino también en La Paz, Quito, Managua y La Habana a pesar de múltiples amenazas. Si la teoría del domino está vigente aún, éste podría ser el momento decisivo para el movimiento democrático, pero mucho dependerá del resultado de las elecciones en Venezuela.
Aunque las encuestas denotan a un país dividido, la oposición chavista se ve favorecida, en gran parte, por estar encabezada por los estudiantes universitarios y no por un partido político. Como si fuera poco, el hambre también es un factor. En los mercados venezolanos la escasez de los productos básicos es evidente. Chávez no ha cumplido con lo prometido. A pesar de que el precio del petróleo está a sus niveles más altos, los venezolanos viven con más pobreza.
Además, según Human Rights Watch de Nueva York, las nuevas propuestas de Chávez le permiten suspender los derechos básicos de los ciudadanos bajo un estado de emergencia perpetuo. Los jóvenes marchan en oposición a estas imposiciones, ya que son ellos los que más tienen qué perder.
Los bolivianos bien lo saben. Por eso, luchan en contra de las ingerencias e incoherencias antidemocráticas del Presidente Evo Morales. Aquí la resistencia civil es más volátil con paros de trabajo y fuertes encuentros con las fuerzas gubernamentales. Esta huelga incorpora 2/3 del país y representa el 80% de la riqueza del país andino con más de diez millones de habitantes. Los líderes cívicos recurren a los foros internacionales para denunciar las violaciones a los principios democráticos.
En Nicaragua, la insolencia del presidente sandinista Daniel Ortega, al amenazar con un gobierno por decreto si la Asamblea no hace lo que él dicta, está logrando el sueño ilusivo de unir a los líderes de los partidos democráticos. Ortega, hombre de una abominable conducta tanto personal como de jefe de estado, está pataleando porque parece que los nicaragüenses se han cansado del acomodo que le permitió mantenerse en el poder dentro y fuera de la casa presidencial. A esto se le puede agregar el impacto positivo de la Iglesia Católica que tanto en Managua como en Caracas clama por el respeto a la dignidad individual.
Mientras tanto en el Ecuador no existe un estado de derecho. El mandatario Rafael Correa, el más preparado de los presidentes mencionados, se cansó de la danza con la democracia y eliminó al Parlamento nombrando una asamblea que le otorga poderes dictatoriales de inmediato. Visto por dentro, Correa no pudo controlar a la mayoría de los parlamentarios y la derecha en Ecuador está debilitada. No obstante, poco antes de instalarse la nueva Asamblea, la prensa relató fuertes disturbios en la provincia petrolera de Orellana.
En La Habana, los estudiantes están pidiendo el cambio, no sólo a través de la pulsera de goma que llevó al gobierno a arrestar a docenas de jóvenes, sino que también claman por el derecho a estudios universitarios sin interferencia del gobierno. La preocupación oficialista es tal, que el gobierno emitió un editorial supuestamente escrito por Fidel Castro advirtiendo "tiempos duros" para Cuba si Chávez pierde en Venezuela. Como si la izquierda estuviese pegada con chicle, ¿tan frágil podría estar?
Lo que si es seguro es que la derecha está más alerta y dispuesta a no jugar más con su suerte, debido a que ya se ha comprobado que no es suficiente disfrazarse de demócrata, sino que hay que ejercer como demócrata. De lo contrario, como dice el viejo refrán, "aunque se vista de seda, mono se queda".
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